sábado, 17 de octubre de 2009

Volverás




VOLVERÁS

El tic tac del reloj me vuelve loco;
los minutos se estiran con largueza infinita,
como dedos de niebla en lontananza.
El silencio rebota en las paredes
y me asorda en calladas explosiones.
A mi vera se elevan montañas de recuerdos,
tan sólo voces muy lejanas.
Y yo pregunto ¿volverás?

En la espera anhelante, me imagino
a la araña al comienzo de su obra,
unas flores llorar en la penumbra,
gotas formando estalagmitas.
Luego me visto el traje de paciencia animal,
y me siento a aguardar la madrugada,
cuando el sol ilumina los jardines
y se adornan las cuevas con reflejos.

Porque habrás de venir ¡Seguro!
El insecto tendrá su telaraña,
olvidarán las flores su dolor,
y veremos crecer las columnas fulgentes;
tu risa llegará con muchos pájaros
que llenen mi silencio;
regresará contigo mi cordura
y jamás dejaré que vuelvas a marcharte.

Antonio Pinedo ©
24-02-09

martes, 6 de octubre de 2009

Son los Años que Golpean (2)




EL TIEMPO NOS GOLPEA (II)

Las guedejas del tiempo nos golpean
como el mar contra plácidos islotes;
el agua y los recuerdos con el choque
se rasgan y disipan entre nieblas.


Oscuras sombras que a mi cuerpo acechan,
se cubren con olor a albaricoque
y entonan cánticos, fulgente broche
que, muy a mi pesar, mi alma acepta.

Mis agudos sentidos pierden fuerza
cuando observan criaturas mitad hombre
mitad caballo, son centauros torpes,
pero atosigan con veloces flechas.


La boca exhala cantarinas letras,
que mudan luego a negros moscardones;
son del averno contumaz cohorte
que le declaran a mi paz la guerra.

Los ojos a menudo vierten perlas
producto de la fe de un viejo monje;
sin embargo, no creo en blancos dioses
ni en virtudes que son como centellas.


Y los sueños heridos se despiertan
inquietos, cual caballos dando coces;
los instintos deciden ser las torres
del baile del amor en donde juegan.

Sus claros argumentos se presentan
con naranjas brillantes, como flores
orgullosas; se olvidan que en el bosque
hace tiempo acabó la primavera.


Con dudas y temores forjo rejas
que amparan a tu casa más sus bordes;
no hay zonas restringidas, sólo goznes,
permitiendo se abran muchas puertas.

Esos besos que a labios no refrescan,
las caricias que escondo siempre en cofres,
no las entrego a nadie como un postre
pues son aperitivo de su dueña.


Las hojas de mi vida no son frescas
pues lucen amarillas, como el polen,
que viaja del arbusto o planta joven
hasta el cuenco fecundo de su hembra.

Mil dudas más me rondan la cabeza
y a mis seguridades hoy corroen;
sentimientos y versos forman cóctel,
dejándome un sabor a amargas hierbas.


Antonio Pinedo (Cole) ©